Al igual que otras noches
me sumerjo en la luna llena
cuando tus manos se hundían
en los cráteres de mi piel.
Acabo de besar tus labios,
con olor a regaliz,
tan distintos de aquellos
que me untaban de fresas.
Se llenan mis ojos de oscuridad
bajo los árboles que te alojan.
Doy un manotazo al aire
de las mariposas que brillan.
Una noche más vuelvo a casa,
el lecho está vacío. Triste,
no siento el vagar de tus manos
en las esquinas de la almohada.
Bajo el manto nocturno,
sueño que me aprisionas
y deliro bajo los almendros.
Mañana, rescataré la ternura.
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