Melchor,
Gaspar y Baltasar esperaban el ascensor para visitar a los
residentes que permanecían en cama. El primero destacaba por su
estatura, era evidente que el anterior representante de sus
majestades medía veinte centimetros menos, la túnica se le
quedaba corta y mostraba las medias negras.
Se
abrió la puerta del ascensor y tuvieron que echarse a un lado, la
silla de ruedas era más ancha de lo normal, sentado en ella iba un
hombre de fuerte constitución, llevaba las piernas tapadas por una
manta, de haberse puesto en pie, su estatura habría sobrepasado la
de Melchor, este se detuvo junto a la silla y le tocó en el hombro.
Una mujer acompañaba al residente, maniobraba la silla con
precisión. Él se quedó mirando los pies enfundados en las largas
medias, recorrió con la vista su estatura y le miró a los ojos,
tras el escrutinio. Le tendió la mano, diciéndole.
-
Me llamo Ángel, me alegra conocerte.
-
A mi me llaman Melchor. ¿Qué le has pedido a los Reyes?
El
hombre retiró la manta de sus piernas y le mostró la derecha,
cuyo pantalón colgaba poco más abajo de la rodilla.
-
Yo quiero una pierna nueva, la mía me la quitaron y aún no sé
por qué me la dejaron corta.
Durante
unos minutos se hizo el silencio entre las personas que rodeaban a
los personajes. Melchor miró a la mujer, ¿le estaba hablando en
serio?, ella hizo un gesto afirmando con la cabeza, mientras le
colocaba la manta. Melchor, parecía haberse quedado mudo, hasta
que finalmente contestó.
-
Bueno, comprenderás que es un encargo muy delicado, no sé si
habrá en el almacén una pierna a tu medida.
-
Ya, pero vosotros sois magos, mira a ver si encuentras una para
mi.
Ambos
se miraron a los ojos.
-
De acuerdo Ángel, pero sólo soy un paje de Melchor.
Los
compañeros se introdujeron en el ascensor y la gente que les
rodeaba comenzaron a deambular por los pasillos, la puerta estaba a
punto de cerrarse y el hombre alzó la voz:
-
Yo vivo aquí, en el primer piso, no te vayas a equivocar.
Melchor
levantó la mano en un saludo y la puerta se cerró. La mujer
empujaba ya la silla y se detuvo.
-
¿Por qué le has dicho que no se equivoque?
-
No sé lo que he comido hoy -respondió-, pero recuerdo cuando
pedí a los reyes que me trajeran un patinete y se lo dejaron a mi
vecino Pepito que, ese sí que era malo, pero su padre tenía más
dinero que el mio. Pienso que este mago sí que me lo traerá. ¿No
has visto que es pobre y no se ha podido comprar otro traje?.
(R.J.M./5.1.2016)
Como siempre Rosa,tu historia es preciosa,y con moraleja.Un beso.
ResponderEliminar¡Gracias Carmen! Lo importante es que te haya gustado.
ResponderEliminarBesos y abrazos
Es un cuento para niños grandes, ¿verdad Rosa?
ResponderEliminarSí, Pedro, es tan real y tan grande como lo era mi "Niño". El pobre Melchor no sabía qué pensar, ni qué decir.
EliminarUn abrazo
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