sábado, 21 de febrero de 2015

LOS BESOS


El Beso, Rodín

Con el tiempo, tu boca
y la mía extendieron la rutina
perfumando las copas del deseo.
Era entonces, cuando convertíamos
los vasos, en cristal de Bohemia
ungidos por el placer de brindar
con vino y néctar de rosas.

Hoy mi boca se abre
vivificante hasta la tuya
mi lengua trata de imbuír
en tus labios la miel
como una abeja que extrajera
el olvido, con su aguijón.

Acaso en un instante,
dejes de bucear en mi boca
y entonces no recuerdes
donde pusiste el polen.

Un zumbido de sueños
escapan, como fugaces estrellas.

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(R.J.M./14.2.2015)



miércoles, 11 de febrero de 2015

EL RUMOR DE LA TORMENTA

(Sobre la infidelidad)

   El viento arreciaba y las nubes parecían precipitarse sobre los árboles del jardín, las hojas parecían montículos de ropajes desechados y las ramas silbaban al quedar desnudas, entonando canciones fantasmagóricas en las ventanas. El aire movió las páginas del libro abierto sobre la mesa, se leía: “Caminas con los naipes del otoño a la vista. Con candidez aprehendida recibías el tacto de mi vestido y se inventaba el mudo lenguaje de los gestos...”

   Cerró la ventana, el atardecer había sido tragado por la negrura, los relámpagos iluminaban a intervalos la estancia Fue hacia el interruptor de la lámpara y una respiración entrecortada se interpuso, los latidos se aceleraron al percibir un murmullo de palabras inconexas en el oído. La oscuridad se hacía visible a intervalos de las ráfagas que hacían parecer espectros los muebles, los libros, los cuerpos.

 Las manos atraían, rechazaban sin convicción, resbalaban y hacían crujir los tejidos. Singulares luces de colores erizaban las minúsculas células de la piel, describían pequeños ríos, sensaciones largo tiempo aletargadas. Recordó: “Y el ácido placer se entrega, con caricias de preámbulos...”Trató de no moverse, de fijar la mirada en las palabras escritas: “Fue mucho más tarde que supiste de la entrega de la lluvia en tu corteza...”

   Las brumas se disiparon con el chasquido de la llave en la cerradura. Un sobresalto se precipitó en la sala, una imprecación siguió al ruido de una silla al caer, inundó todos los demás sonidos. El sortilegio se había quebrado. Una voz aguda sonó en el vestíbulo.

- Vaya golpe que me he dado. ¿Qué haces con las luces apagadas?

- Estaba leyendo, – la luz de la pantalla iluminó el libro.

- Deberías haber encendido el farol de la puerta. ¿Has pasado miedo?.

- ¡Oh, no! No estuve sola.

- Tú y tus libros.

Una sombra se deslizaba hacia el jardín.

(R.J.M./Feb.15)