domingo, 12 de enero de 2014

Muchacha de esmeralda



La muchacha de esmeralda, ojos
centelleantes al caer la tarde,
perdió sus berilos entre sueños de Perseo
empapando sus cabellos oro
en medio de olas arrebatadas de sargazos,
su talle de mirabel quedó roturado
en el estanque mirador de lunas.

A la muchacha la engendraron
en un febrero estepario,
jamás trenzaron de seda su cuerpo
la vistieron de delantal rayado,
la cercaron de aspidistras
en blancos pasillos de almidón
y apeldes de rutina.

Nunca había oído hablar
de Jean-Paul y sus caminos libertarios,
sólo sabía de la carencia
de hadas benignas en su infancia,
de la soledad que empaña los cristales
ausentes de sol tibio.

A la muchacha le enseñaron a idolatrar
las ostras sin mácula en el nácar,
sienta sobre sus rodillas canes de suave pelaje.
No comprende el llanto de los pájaros meciéndose
en los cedros del Líbano y las araucarias.

Nunca te ha hablado, no,
de los nocturnos precipitados
que invadieron su frente de pocos años;
ni de los caballos enjaezados de plata
que hendieron el aire de su temprano alborear.

Y, sin embargo, tormenta de aguamarinas
han estallado cubriendo su cuerpo de espumas
inertes en la dorada playa, donde el sol
ni las aguas del Leteo son suficientes
para cicatrizar sus heridas.

La muchacha ha perdido su asidero
de burbujas, busca algún latido oxidado
donde incendiar de flores los recuerdos;
una cama para los helechos que acuchillan
la voz metálica de los espinos.

La muchacha quiere recobrar
el brillo de sus esmeraldas ojos,
sembrando de hierba azul los prados,
susurrando ecos encendidos en el levante
de los brazos. Rodeando su cintura yerma
no quiere, inmóviles cenizas vallando
un otoño marchito de caricias.

Poema premiado por la Ag. Hispana de Escritores (1983)

Publicado en "SORTILEGIOS" (Madrid 26.3.84)

The Society of Spanish and Spanish-American Studies
adquirió 100 ejemplares por la riqueza de léxico.

(M.R. Jaén/12.1.14)