miércoles, 6 de enero de 2016

EL TRAJE DE MELCHOR

           

       Melchor, Gaspar y Baltasar esperaban el ascensor para visitar a los residentes que permanecían en cama. El primero destacaba por su estatura, era evidente que el anterior representante de sus majestades medía veinte centimetros menos, la túnica se le quedaba corta y mostraba las medias negras.

       Se abrió la puerta del ascensor y tuvieron que echarse a un lado, la silla de ruedas era más ancha de lo normal, sentado en ella iba un hombre de fuerte constitución, llevaba las piernas tapadas por una manta, de haberse puesto en pie, su estatura habría sobrepasado la de Melchor, este se detuvo junto a la silla y le tocó en el hombro. Una mujer acompañaba al residente, maniobraba la silla con precisión. Él se quedó mirando los pies enfundados en las largas medias, recorrió con la vista su estatura y le miró a los ojos, tras el escrutinio. Le tendió la mano, diciéndole.

      - Me llamo Ángel, me alegra conocerte.

      - A mi me llaman Melchor. ¿Qué le has pedido a los Reyes?

       El hombre retiró la manta de sus piernas y le mostró la derecha, cuyo pantalón colgaba poco más abajo de la rodilla.

      - Yo quiero una pierna nueva, la mía me la quitaron y aún no sé por qué me la dejaron corta.

         Durante unos minutos se hizo el silencio entre las personas que rodeaban a los personajes. Melchor miró a la mujer, ¿le estaba hablando en serio?, ella hizo un gesto afirmando con la cabeza, mientras le colocaba la manta. Melchor, parecía haberse quedado mudo, hasta que finalmente contestó.

      - Bueno, comprenderás que es un encargo muy delicado, no sé si habrá en el almacén una pierna a tu medida.

      - Ya, pero vosotros sois magos, mira a ver si encuentras una para mi.

         Ambos se miraron a los ojos.

      - De acuerdo Ángel, pero sólo soy un paje de Melchor.

         Los compañeros se introdujeron en el ascensor y la gente que les rodeaba comenzaron a deambular por los pasillos, la puerta estaba a punto de cerrarse y el hombre alzó la voz:

      - Yo vivo aquí, en el primer piso, no te vayas a equivocar.

         Melchor levantó la mano en un saludo y la puerta se cerró. La mujer empujaba ya la silla y se detuvo.

      - ¿Por qué le has dicho que no se equivoque?

      - No sé lo que he comido hoy -respondió-, pero recuerdo cuando pedí a los reyes que me trajeran un patinete y se lo dejaron a mi vecino Pepito que, ese sí que era malo, pero su padre tenía más dinero que el mio. Pienso que este mago sí que me lo traerá. ¿No has visto que es pobre y no se ha podido comprar otro traje?.

      (R.J.M./5.1.2016)